Consumo de agua en Capital Federal, nos tapó la desidia

Consumo de agua. Nos tapó la desidia

Fecha de Publicación
: 07/06/2013
Fuente: Ambito
Provincia/Región: Nacional


Cada porteño consume el doble de agua que un estadounidense, el triple que un europeo o un brasileño, y seis veces más que lo recomendado por la organización mundial de la salud. Nos tapó la desidia
   
El uso del agua en Buenos Aires adquiere dimensiones patológicas. Mirando el río más ancho del mundo, el inconsciente colectivo descansa en que su disponibilidad es infinita. A su vez, una tarifa poco o nada vinculada al consumo alimenta el derroche. La contaminación y las inundaciones muestran otra cara de uno de los pecados más dañinos de nuestra argentinidad, que perpetramos cada hora de nuestras vidas
Asentados a orillas de un río inmenso al que no miran, los porteños apelan al grifo con una voracidad inusitada en comparación con los habitantes de cualquier otro lugar del mundo donde el fluido vital es escaso o está medido, incluyendo los países más avanzados en los cuales el consumo diario es varias veces más bajo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que lo mínimo requerido para alimentación, higiene y saneamiento son 55 litros diarios por persona. Un consumo óptimo sería de 100 litros diarios, concede. Pero cada porteño gasta 600 litros por día. El dato lo aporta AySA, la empresa que provee de agua potable a 10,5 millones de usuarios de Capital y 17 partidos del conurbano a través de 18.000 kilómetros de caños.
Es una barbaridad. El último verano se superaron los 620 litros, dijo a Viernes el vocero de AySA, Diego Muñiz. Estamos hablando del doble de lo que se consume en países desarrollados. En Estados Unidos, por ejemplo, están entre 250 y 300 litros diarios y en Europa por debajo de 180 litros, aseguró. Aquí hay una idea muy extendida de que el agua es barata y abundante, explicó. ¿Y es así?
Quizá porque se trata de una conquista del siglo pasado, está en el inconsciente la idea de que el agua siempre estuvo allí esperando en el grifo. Buenos Aires fue la primera ciudad de América en proveer agua corriente a sus vecinos. A fines del siglo XIX, tras una secuencia de epidemias, se entendió que el problema no era el aire sino el agua y que había que consumirla limpia.
El majestuoso Palacio de Aguas Corrientes, en la avenida Córdoba al 1900, quedó como símbolo de aquella preocupación por la calidad, disimulada tras una fachada suntuosa. El palacio no fue para ningún miembro de la realeza. Allí se ocultaron 12 tanques con capacidad para 72 millones de litros de agua clarificada que salvaron muchas vidas.
Es así que mientras en todo el mundo crece la conciencia de que el agua dulce es un recurso natural tan imprescindible como escaso, en Buenos Aires la idea es que aunque no la veamos, el agua siempre está -como el sol- y además no cuesta nada, otra idea errónea que se mantiene incólume con el correr de los años y del agua misma.
Desde que asumió la concesión de AySA hace siete años, el Estado invirtió 11.560 millones de pesos en mantenimiento y expansión del servicio. Este año, además de obras de saneamiento, se inaugurará una planta potabilizadora en Tigre que atenderá a dos millones de habitantes de la zona norte del conurbano, y que captará el recurso del Paraná de las Palmas. O sea que gratis no es. Barato, tampoco.

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