El cambio climático llegó hace rato

El fenómeno está con nosotros

Fecha de Publicación
: 07/04/2013
Fuente: La Voz del Interior
Provincia/Región: Córdoba - Buenos Aires - Nacional


Por Federico Kopta (Biólogo- Presidente Foro Ambiental Córdoba)

Lo ocurrido la semana pasada en la ciudad de Buenos Aires y en La Plata nos trajo a los cordobeses recuerdos de tragedias pasadas. El cambio climático es señalado como responsable, y promete más eventos extremos.
Para abordar este tema contamos con un instrumento valiosísimo que lo encara específicamente desde nuestra realidad.
Se trata del informe del Foro Ambiental Córdoba titulado “Apuntes para una propuesta de adaptación y mitigación del cambio climático global en la ciudad de Córdoba en el siglo 21”, elaborado por Sandra Díaz, doctora en Ciencias Biológicas y Premio Nobel de la Paz 2007 como miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio ­Climático (ver ¿Qué medidas tomar en la ciudad de Córdoba?).
Veamos cómo explica el cambio climático y lo que cabe esperar para el futuro.
Un cambio poco natural. Es un conjunto de alteraciones en el clima del planeta producido por el aumento de la concentración de dióxido de carbono y otros gases en la atmósfera, a consecuencia de las actividades humanas de los últimos siglos, principalmente la quema de combustibles fósiles y la destrucción de la vegetación natural.
La Tierra ha tenido grandes variaciones climáticas en su larga historia. Sin embargo, en el último siglo y medio, la temperatura del planeta se habría elevado por causas artificiales.
Sucede que aumentó la concentración de los gases de invernadero, que son capaces de retener calor.
Sin estos gases, como el vapor de agua, el dióxido de carbono y el metano, de acuerdo a su distancia al Sol, la Tierra tendría una temperatura media de 15 grados bajo cero, lo que haría imposible la vida como la conocemos.
El problema es que en los últimos 150 años la humanidad comenzó a utilizar combustibles fósiles, como el petróleo, el carbón mineral y el gas natural, que habían estado enterrados por millones de años. Al ser extraídos y utilizados como combustible, se liberaron a la atmósfera, con la quema de esos combustibles, millones de toneladas de dióxido de carbono que no estaban en el ciclo del carbono.
Esto hace que si bien los cambios climáticos por causas no producidas por el hombre –como las glaciaciones– han ocurrido a lo largo de los tiempos geológicos, la velocidad con que estarían produciéndose en la actualidad no tiene precedentes en la historia ­humana.
En el futuro, más eventos extremos. Para tratar de averiguar cómo será el clima en el futuro se cuenta con proyecciones basadas en modelos climáticos complejos. Estos estiman un aumento de la temperatura media del planeta de 0.2°C por década con respecto a la temperatura de la época preindustrial, o sea algo más algo más de 2° C hacia el fin del siglo 21.
Si bien puede parecer un aumento modesto, podemos comparar con lo más profundo de la última Edad del Hielo, cuando la temperatura media del planeta era sólo 5°C menor que la actual.
Además, esta es la proyección promedio para todo el planeta, por lo que existen grandes variaciones entre regiones y posibles escenarios futuros, con algunas proyecciones bastante más dramáticas que la mencionada.
A modo de ejemplo, según la especialista Graciela Magrin, durante las últimas décadas del siglo 20 en la región pampeana bonaerense la temperatura mínima en la primavera aumentó a una tasa de 5.8°C por siglo (o sea, casi el triple de la media proyectada para el planeta para nuestro siglo), y las lluvias de verano han aumentado entre un 20 y un 40 por ciento.
Las proyecciones climáticas globales para las próximas décadas tienden a coincidir en un aumento de la frecuencia de eventos extremos.
Es decir, se proyecta una mayor frecuencia de lluvias torrenciales por un lado y períodos de sequía por el otro, episodios de frío intenso, incluyendo heladas, alternados con olas de calor.
Estos episodios tendrían mayor impacto en las zonas donde existe una proporción considerable de población viviendo en condiciones sociales, económicas y sanitarias deficientes, asentadas en áreas ambientalmente mar­ginales e inestables, como ocurre en América latina.
Modelos para armar. En Argentina se están realizando algunos modelos regionales, de los cuales se obtienen proyecciones de mayor temperatura media anual y mayor precipitación total anual para el centro del país, incluyendo Córdoba.
Esto es coincidente con las tendencias observadas hasta ahora: en la Provincia de Córdoba, la precipitación de primavera-verano en las últimas décadas del siglo 20 aumentó entre el 20 y el 40 por ciento con respecto al promedio histórico.
En los últimos años también se han registrado eventos extremos como lluvias torrenciales seguidas de fuertes crecientes, nevadas en zonas típicamente libres de nieve, heladas y granizadas extemporáneas y temperaturas máximas inusualmente altas de acuerdo con la estación del año.
Sin embargo, la incertidumbre que de por sí tienen las proyecciones climáticas a futuro aumenta aún más en el caso de la Provincia de Córdoba, y por lo tanto la ciudad de Córdoba.
Esto ocurre porque los cordones serranos introducen complicaciones en la dinámica climática y porque los registros de datos meteorológicos son insuficientes.
Por lo tanto, si bien existen altas probabilidades de que el clima se modifique, con tendencias bastante claras hacia los eventos climáticos extremos, al aumento de la temperatura media anual y al aumento las temperaturas mínimas, y una tendencia significativa al aumento de las precipitaciones, no es posible predecir con certeza la magnitud de esos cambios.
También es importante destacar que mayor precipitación no necesariamente implica mayor disponibilidad de agua para cultivos, animales domésticos, vegetación natural y consumo humano. Esto es así ya que depende simultáneamente de la precipitación, la temperatura (que determinará cuánto del agua caída se evaporará o será transpirada) y la capacidad de captación y retención del agua por parte de las cuencas hidrográficas (lo que depende a su vez del uso de la tierra, si hay sobrepastoreo o no, urba­nización, etc.).
Adaptarnos sí o sí. El informe indica que la incertidumbre sobre los efectos y magnitud del cambio climático implica la necesidad de “planificar para la resiliencia”; esto es, incorporar al sistema urbano y su entorno la mayor flexibilidad posible a fin de que pueda adaptarse dinámicamente a cambios en varias direcciones, absorbiendo sus impactos de modo que cause la menor cantidad posible de problemas al funcionamiento de la ciudad. Cabe destacar que los casos documentados que existen, muestran que el costo integral de planificar para la resiliencia frecuentemente resulta mucho más bajo que el de afrontar las consecuencias de eventos extremos en caso de no tomar medidas.

Cómo disimular las emisiones de gases de invernadero
Las medidas para disminuir las emisiones de dióxido de carbono (como gas de invernadero) consisten en favorecer todas aquellas acciones que disminuyan el gasto de energía generada directa o indirectamente por combustibles fósiles, como petróleo, gas o carbón. El informe del Foro Ambiental Córdoba menciona como ejemplos:
. Mejorar los sistemas de aislamiento térmico y climatización, reduciendo así la cantidad de energía necesaria para mantenerlos a temperatura deseable en verano e invierno.
. Disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de vehículos, a través de la mejora sustancial del sistema público de transporte. También es importante el incentivo al transporte a través de bicicletas, mejorando la red de ciclovías.
. Reducir el uso y favorecer el reciclado de plásticos, vidrio, metal y papel. Para ello es preciso facilitar la disposición diferencial de residuos y la disminución del consumo de bolsas y envases descartables. Para el éxito de la separación domiciliaria de residuos para su posterior reciclado, es imprescindible un fuerte componente educativo.
. Proteger y aumentar la superficie cubierta de vegetación, en particular de árboles. Los árboles, a través de la fotosíntesis, producen oxígeno y extraen carbono de la atmósfera y lo retienen en sus troncos y raíces y en el suelo circundante, mejorando la calidad del la atmósfera.
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