La intoxicación productiva….

La intoxicación productiva….

Fecha de Publicación: 27/09/2009
Fuente: "Mejor Imposible" FM 92.5
Provincia/Región: Santa Fe


Hace varios años, alrededor de fines del 2001, yo andaba comprando bidones plásticos de los que usamos para las cosechas de huevos del proyecto yacaré. Desde que empezamos en los 90’s, fuimos probando con varios tipos de envases, que nos permitan transportar los huevos tanto a pié como a caballo.
Así fue que encontramos que los mejores son los bidones de plástico blanco, de entre 25 y 30 litros. Lo que hacemos es cortarle la boca, para permitir cargar los huevos, pero le dejamos la manija, para poder transportarlos de forma práctica. El tema es que comprar eso nuevo, cuando uno necesita cantidad, y máxime si lo va a romper, es evidentemente muy caro, así que siempre tratábamos de conseguir bidones usados de todo tipo. En esa recorrida en el 2001, en Santo Tomé me encontré con una chacarita que tenía una montaña de bidones amontonados adelante, y a un precio excelente (pedían 2 o 3 pesos por cada uno). Paré a hablar con el vendedor y solo para cerciorarme, le pregunté de dónde los sacaba, porque quería saber que tan bien tenía que lavarlos, ya que eran para trasladar huevos embrionados, que obviamente no tienen que estar en contacto con ningún tóxico.
Para mas datos, si ustedes se acuerdan, esa era la época de la crisis, y en muchas localidades se vendía la leche al menudeo. O sea, los productores que tenían vacas las ordeñaban y salían a ofrecerla en las ciudades, a mitad de precio, o menos, de lo que costaba en el súper. Había que ir con la jarrita, y ellos con un embudo te la cargaban desde un bidón. Esto pasaba en casi todos los barrios.
Volviendo a la chacarita de Santo Tomé, y a mi pregunta sobre lo que tenían los bidones, el dueño me dijo: “Quédate tranquilo pibe, estos son los que llevan todos los vendedores de leche de acá. Yo se los compro a los fumigadores que los usan con ese “glisofato”, que no hace nada de nada…”. Obviamente el gaucho se refería al glifosato, que al menos para la opinión pública en general, era presentado como una sustancia absolutamente inocua, aunque ya por entonces, si bien con poca trascendencia, había gente estudiando y comprobando sus efectos, fundamentalmente genotóxicos.
Ya han pasado casi 9 años desde aquella vez, y a pesar de los estudios que prueban lo contrario, la mayor parte de la opinión pública, seguramente direccionada, sigue pensando que el herbicida, que es la base de la producción sojera argentina, no genera mas que beneficios productivos y económicos para nuestro país.
Hace un par de meses se conoció un informe elaborado por una comisión nacional de investigación sobre agroquímicos, que estuvo trabajando en el marco del CONICET. Lo interesante es que esta comisión fue creada desde el Gobierno Nacional, aparentemente como chicana al sector del campo en función de la interminable disputa por la 125. Interpreto que era una forma de decirle al sector: “Ahora que tienen problemas con nosotros, vamos a investigar como contaminan”. Lo patético, es que muchos de los investigadores con los que se constituyó esa comisión, trabajaron o incluso aún hoy trabajan para o con, las multinacionales que casualmente, son las proveedoras y beneficiarias del gran suceso económico de la venta del paquete tecnológico de la soja. Conclusión, el informe en cuestión es una recopilación bibliográfica parcial, mas un montón de recomendaciones de cómo manejar bien el herbicida, ya que según allí se expresa, “bien usado el glifosato no presenta riesgos para la salud”. Curiosamente, el informe no menciona ninguno de los trabajos de investigación que sí comprobaron sus efectos tóxicos, por caso, los estudios en embriones de yacarés, o la investigación del Dr. Carrasco que justamente estuvo hace unos días participando de un taller sobre el tema por aquí en Santa Fe.
Justamente este taller, organizado desde la legislatura santafesina, reunió a varios investigadores y organizaciones no gubernamentales preocupadas por el problema. Claro que también participaron los fumigadores, que a través de su asociación gremial, se ocuparon de hostigar y atacar los argumentos científicos sobre los efectos negativos de la droga sobre la salud. En general sus argumentos de defensa eran: “Bueno, el gas oil también es tóxico, así que prohibamos los autos”. Es obvio que ese tipo de líneas argumentales demuestran mas temor y preocupación por lo que pueda ocurrir con el propio negocio, que con el bienestar de la comunidad toda.
Pasando en limpio, el glifosato es bastante menos tóxico que la mayor parte de los insecticidas clorados y fosforados, hoy prohibidos en casi todo el mundo. El glifosato es bastante menos tóxico que su herbicida pariente, el “agente naranja”, que usaron los americanos en Viet Nam para intentar erradicar la vegetación en la costa de los ríos y así ver mejor a sus guerrilleros enemigos. De hecho sirvió muy poco para eso, pero mató a miles de asiáticos y americanos por sus efectos cancerígenos a través de los años, solo por haber estado en contacto con él. Llamativamente también hubo muchos que por entonces, como hoy nuestros fumigadores, dijeron que era inocuo.
La toxicidad de una droga, depende tanto de sus efectos en sí, como de la dosis utilizada. Hay una gran diferencia entre una gota de veneno, y un balde de veneno. Basta con ver hoy el mapa de la soja en Argentina, para darse cuenta de que nos están fumigando a todos, con un producto que como dije, tal vez no sea tan tóxico como otros, pero que a estas dosis crecientes, ya debería empezar a preocuparnos.
Es cierto que aún no se ha podido demostrar fehacientemente que el incremento en las malformaciones y los abortos espontáneos en seres humanos en las zonas agrícolas, se deban directamente al glifosato, aunque es sugestivo que esto ocurra en poblados que justamente están en el núcleo de las zonas de fumigación, y mas en gente estrechamente ligada al manejo de la droga. Lo que sí se ha comprobado científicamente, es que incluso a las dosis recomendadas por el fabricante, tiene efectos genotóxicos sobre diferentes especies silvestres, y eso solo debería ser ya un llamado a la reflexión tanto de las autoridades, como de los usuarios. Eso sí, también hay que tener en cuenta que es mucho mas fácil conseguir financiación para proyectos que promuevan el uso del glifosato, que para los que pueden analizar sus efectos tóxicos.
Nadie discute la capacidad del campo para generar riquezas en el corto y el mediano plazo. La historia de nuestro país lo ha demostrado reiteradamente. Claro que la distribución de esa riqueza ha sido también históricamente desigual. Hoy mientras el Gobierno se sigue ocupando de peleas de conventillo, la proporción del área sembrada con soja se incrementa, se incrementan los desmontes pseudo-productivos, a pesar de la ley de bosques, y se incrementa diariamente la dosis de glifosato con la que se nos fumiga. Está claro que tanto este, como cualquier otro gobierno, necesita de los ingresos que los impuestos y las retenciones generan, pero me parece conveniente que nos pongamos a pensar de una vez, si no nos está saliendo mucho mas caro el collar que el perro.

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